LA MALETA DEBAJO DE LA CAMA
Cuántos chilen@s en el extranjero,
que quisieran volver y no pueden por las más diversas razones, están
permanentemente pensando en "Chilito", con tristeza, sufriendo quizás de
un crónico morbus melancholicus, que va carcomiendo por dentro?
A
muchos ya solamente les va quedando la máscara, esa que sonríe cuando
por dentro se está gritando una pena, un dolor imposible de describir,
Y claro, cómo describir esas "pérdidas" que se han sufrido con el
correr de los años: seres queridos, objetos y lugares, idioma y cultura,
costumbres y hasta el clima? "Cosas” que encierran recuerdos y
sentimientos y que, al perderlos, no solamente roban el pasado sino que a
la vez cercenan el YO!
Cómo explicar que hace falta ESA
Cordillera, ESE Mar, ESE Rio Mapocho, que si bien no es azul como el
Danubio, es el que conoce de mis sueños de niño, el que me vio caminar
de la mano de mis padres?
Busco y busco y aún no encuentro las
palabras adecuadas para definir el desarraigo sufrido, cargado de dolor y
empapado en lágrimas de niño/adulto. Gritos de miedo, de angustia que
muchas veces no alcanzaron ni siquiera a ser gritados!
Muchos en
Chile se engañaron y algunos aún creen que quien está afuera vive "como
un rey", (quizás sea válido para una minoría), una opinión generada y
fomentada por un constructo simbólico dictatorial, creída por muchos y
hasta reforzada por quienes mandaban fotos de "su" auto último modelo,
del cual no hubiesen podido ni comprar el encendedor eléctrico. Pero
quien está en el extranjero sabe y vive lo contrario, vive el día a día
para sobrevivir, dando vuelta la moneda para ver si llegas a fín de mes,
pero siempre hay más mes que sueldo. Junto a esto siente (o se „le hace
sentir“) que es un extraño, exógeno, un extranjero al fin, enfrentado
permanentemente el embate de la discriminación estructural.
Chile
“nos duele hasta el Alma” porque no solamente es el lugar dónde
nacimos, sino que sobre todo es el lugar dónde se “ERA", el lugar del
compromiso, del pasado y del futuro. Durante años se "acariciaba" el
sueño del retorno, ya fuese en el corto o mediano plazo. Y mientras lo
esperábamos, se hacía de todo para sobrevivir.
Y aunque parezca
contradictorio, el retornar significa quedarnos sin nuestros sueños
utópicos y sin los testigos de nuestra historia. El Chile de hoy no es
el de nuestra memoria. Y muchos de los "compañer@s de antes" han dejado
de serlo y, como si fueran modernos Clodoveos, adoran lo que quemaban y
queman lo que adoraban. Pese a todo, un exilio sin retorno no es una
alternativa aceptable. Así, la idea del retorno sigue y seguirá
presente.
Una vez más, este 18, volveremos a bailar la Cueca
dolorosa, con nuestras banderas y nuestros sueños y el corazón apretado
de sentimientos diversos.
Bailaremos acompañados de nuestra
memoria, de nuestra melancolía, pero también con la confianza de ver que
se sigue y seguirá intentando, una y otra vez, "tomar el cielo por
asalto".
Y lloraremos con dolor por los que no están y que lo
dieron todo, porque tenemos derecho a llorar a los valientes, con
lágrimas de agradecimiento por su ejemplo, por su entereza y entrega sin
limites.
Volveré a sentirme YO y caminaré en mis sueños por la
Gran Avenida, pasaré a Traslaviña a saludar la imagen de mi Bisabuela,
iré al Metropolitano, a la tumba familiar a rendir mis respetos. En San
Miguel y en la Población Magallanes, recordaré mi infancia con mis
primos, mis tíos, mis padres y mis abuelos.
Iré a ver a mis
compañeros, a los de siempre: pasaré al Cementerio General, iré a
Neltume y a cada una de esas calles y callejones, cerros y montañas y a
todos esos lugares de este mundo en que hubo que estar, dejando para
ello familia, estudios y un "futuro seguro" de lado, por "LA CAUSA" y
por la historia.
Iré a todos aquellos lugares donde quedaron
para siempre mis hermanos; los porfiados, los resistentes, los
subversivos, los que dieron todo para posibilitar la vida.
Voy a
decir, voy a gritar ese VIVA CHILE MIERDA! con la fuerza y el sentido
que lo gritara mi tío, Mario Palestro Rojas, cuando Salvador Allende fue
elegido presidente.
Seguiré creyendo y amando a ese Chile del
que se aferró mi abuelo, a ese Chile que abrazó imaginariamente con la
fuerza del eterno luchador, para así llevarselo en su último viaje.
Ahí estaré con mi querido tio Tito, al que no doblegaron ni la cárcel, ni los campos de concentración.
Gritaré por ese Chile Popular al que aspiraban millones, en el que aún
siguen/seguimos creyendo tantos, hoy traicionado por cobardes, serviles y
renegados.
Y seguiré/seguiremos insistiendo y seguiremos
soñando. No sé si esa Utopía que nos mueve será la entrada triunfal a la
„Ciudad de las Luces“, pero si estoy convencido de que ….“ese Chile a
construir será para que TODOS nos sintamos un poco más chilenos que
ayer".
Por esos recuerdos, esos compromisos y tantas otras cosas,
la maleta sigue debajo de la cama y lista para que emprendamos el viaje
de retorno al lugar de la Utopía.
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