¡Y QUÉ FUE, Y QUÉ FUE, AQUÍ ESTAMOS OTRA VEZ!
11 de septiembre, día y mes fatídico, MALDITO, que abrió esa larga noche
de dolor, de espanto, de muerte y, a la vez, de heroísmo sin igual.
Muchos éramos apenas unos niños que nos asomábamos a la pubertad, a las
puertas de la vida y en lugar de conocer las alegrías, el amor infantil, el
“cosquilleo” del primer pololeo, conocimos los largos días y noches del temor,
del vivir escondidos, del negar quien eres, de ser un “peligroso” sin saber la
razón, sin lograr entender a cabalidad por qué muchos de aquellos que antes
visitaban tu hogar, que se decían “amigos de la familia”, hoy daban vuelta la
cara, se ponían nerviosos, cambiaban de vereda!
De un momento a otro nuestra vida cambia, al igual que la de millones de
chilenos. Los dueños del Poder y la Riqueza habían decidido que nuestro pueblo
no tenía derecho a la felicidad.
Nuestra familia se vio especialmente afectada, perseguida con odio
visceral por quienes se sentían valientes con una pistola o metralleta en la
mano amenazando niños. La casa de mi abuelo, de mis tíos y demás familiares
eran allanadas casi con matemática regularidad, una y otra vez!
Y donde los fascistas buscaban armas y explosivos, encontraban libros,
acuarelas, objetos de la historia colectiva de nuestros pueblos. Cómo para
ellos la cultura y el saber son peligrosos –Bestias incultas y analfabetas en
historia- quemaban, destruían, robaban. Nunca han logrado entender que el gran
peligro para su dominación no eran las casi inexistentes armas si no que los
libros, los MILES DE LIBROS que colmaban los estantes de la casas de los
Palestro y en general de la izquierda y que nos enseñaban que un mundo mejor
era posible
Mi abuelo se tomó, cuantas veces pudo, el tiempo de conversar y enseñar,
de hablar de su vida y de sus sueños, con sus hijos y con sus nietos, pese a
que sus tareas laborales y políticas poco tiempo le dejaban. Él nos entregó su
cariño y nos heredó el amor por los libros y el odio a la injusticia. Lo mismo
mis tíos Mario y Tito, a quienes tantas veces acompañamos en las marchas y en
las campañas, quienes nos dejaron como legado su alegría, su claridad y su
decisión de no claudicar jamás.
Julio, Mario y Tito, hombres de una cultura inmensa, en gran parte
autodidactas, con una sensibilidad y una honradez a toda prueba. La dictadura
intentó mil veces ensuciar sus nombres, siempre sin éxito, ellos eran
sencillamente incorruptibles, como lo eran PRACTICAMENTE TODOS los dirigentes
de la izquierda chilena de esa época, cosa que nos enorgullece.
Nuestra familia fue víctima permanente de la persecución y del terror.
Incluso hablaban de “exterminar a los Palestro hasta la 4. Generación”
(contando desde mi abuelo). La vida se ha encargado de prolongar nuestra
familia hasta el día de hoy!
Decenas de familiares, muchos por el solo hecho de ser parte de ésta
gran familia, otros por ser ya militantes de la Juventud o del Partido
Socialista (y uno que otro “díscolo” mirista) fueron expulsados de liceos y
trabajos, perseguidos, detenidos, torturados, SALVAJEMENTE TORTURADOS,
encarcelados por meses y por años, enviados al exilio.
Es por eso que en un día como hoy, mi primer pensamiento es hacia ellos,
a Julio, Mario, Tito, Pedro (Pelluco), para darles las gracias por su
sacrificio y por su entrega total a la causa de los más débiles, de los
ninguneados. A mi abuelita Ana, ejemplo y pilar de la familia en los momentos
más duros, que veía como su esposo, cuñados, hijos y sobrinos eran perseguidos.
Ella, junto a tía Elvira, tía Olga y tía Marta, demostraron con su cabeza en
alto lo que es ser verdaderamente valiente, que la valentía es una actitud de
todos los días.
Ahí están mi Padre. Omar, formador de dirigentes, luchador incansable,
buscado con odio por las bestias de uniforme. mi Madre, Tatiana, mis tías
Julia, Martuca, Nancy y Loreley, todas ella profesoras, formadoras de nuevas
generaciones. O Gonzalo, Julio, Osmán, Aquiles, Natacha, Mario, Nelson, Sonia,
Francia, Sandra e Iván. Y tantos otros.....peligrosos para el sistema por su
militancia y firmeza.
El fascismo y la reacción utilizaron el terror y la brutalidad sin
límites en el vano intento de acabar con los sueños de justicia de todo un
pueblo. Tengo la gran suerte de poder decir que mis parientes, encarcelados y
perseguidos respondieron con la Dignidad del saberse parte de una causa justa y
la decisión inclaudicable de vencer!
Ni olvido ni perdón!
Honor y gloria a nuestros héroes y mártires!