viernes, 22 de agosto de 2014

Y TODAS IBAMOS A SER REINAS…..


Y TODAS IBAMOS A SER REINAS…..

“Ay, que irá a ser de esta niña, vive soñando, con su cabecita llena de poesías y de versos”. Algo así debe de haber pensado la abuelita Aquilina de su nieta Tati. Y en gran parte tenía razón.
Tatiana era, desde muy pequeña, una lectora empedernida. afición que había heredado de su padre, un hombre de una cultura tremenda, amante de la literatura, de la historia y la pintura.
Para quienes no conocian bién a la familia podia sonar extraño, hasta medio de locos, que con toda las estrecheces que les tocaba vivir, se dieran el “lujo” de buscar medios y formas para acceder a la cultura, para cultivarse, para aprender ….….Y sin embargo era tan lógico…….” ¿cómo enseñar, como entregar conocimientos si tu mismo no los tienes?”
El valor de la educación como un bien al que todos deben de tener acceso ha sido el “leit motiv” que siempre ha guiado a los descendientes de esa modesta mujer llamada Aquilina Rojas Gonzáles. ¿Será por eso que tantas de mis tias, entre ellas Julia, Lory, Marta, Nancy, así como mi propia madre serían profesoras?
Y la abuelita miraba a su nieta tiernamente mientras esta jugaba a ser una princesa o mejor aun, una reina, como lo recitaba Gabriela Mistral….
”Con las trenzas de los siete años,
y batas claras de percal,
persiguiendo tordos huidos
en la sombra del higueral.”

Y Tatiana saltaba de aquí para allá en la casita de Traslaviña, que fue hogar y taller, lugar de penas y de alegrías y por sobre todo de una tremenda dignidad.
En su juego ella era la reina, la reina que erá ya para su padre, el que cariñosamente le decia “mi negrita”.
Pero ella sería una reina de verdad y acabaría con las injusticias, con esas que veia día a día, con sus ojitos de niña, sin comprender muchas veces ¿porqué algunos se podían hartar comiendo y otros pasaban tanta hambre? ¿Porqué algunos tenian decenas de zapatos y sus vecinos casi todos andaban descalzos?
Y ella, niña despierta y sensible, como siempre lo ha sido, preguntaba de todo y a todos y en su mente de niñita se “enredaban” las cosas, sin jamás confundirse. Y en sus juegos seguía recitando a nuestra Gabriela…….
“Y de tener todos los frutos,
árbol de leche, árbol del pan,
el guayacán no cortaríamos
ni morderíamos metal”

Pero al mismo tiempo, aprendía la letra, el sentido y la fuerza de aquel himno que la ha acompañado toda su vida y la ha orientado en su accionar........
“Contra el presente vergonzante
el Socialismo surgirá.
Salvación realidad liberante,
que ha fundido en crisol la verdad….”

¡No podia ser de otra manera! En el San Miguel de fines de los 1930 se veía tanta miseria y se acumulaba tanta rabia.
Y esa rabia, ese dolor que explotaba en inutiles reyertas, en excesos de consumo de alcohol y de violencia intrafamiliar, esa rabia por decenas de años acumulada, fue la que un Julio, un Mario, un Tito Palestro, sus hermanas y hermanos y luego sus supieron canalizar, transformandola en organización, en acción, en una perspectiva de futuro, en conciencia proletaria.
“Socialistas a luchar
resueltos a vencer
fervor, acción hasta triunfar,
nuestra Revolución.”

Y Tatiana seguía bailando y con una varita mágica (si, es cierto, en esos tiempos las reinas tenían varitas con las que podían hacer maravillas) se veía transformando el dolor en alegría y sus amigos recibían zapatitos y comida, un techo para guarecerse de la lluvia y ella………ella se regalaba libros mágicos.
En uno de esos libros se hablaba de Platón y de Aristóteles, de Dantón y Robespierre; en otro de Lope de Vega, de Fuente Ovejuna y la justicia colectiva y, en un tercero hablaban de una Guerra al otro lado de la Cordillera y mucho más allá, ¡Se hablaba de un García Lorca fusilado, de un Pueblo valeroso en una España que luchaba, con el verso y con las armas, con las Brigadas y Machado, contra la noche y el Terror reaccionario!
“Pero igual que combatimos,
rumba la rumba la rumba la.
Pero igual que combatimos,
rumba la rumba la rumba la
prometemos resistir.”

Y ella, esta pequeña reina, continuaba riendo y haciendo el bién. ¿Pero las reinas tienen capa, se dijo de pronto, y yo? Así es que tomó una manta, se la puso en la espalda y continuó su juego.
La abuelita estaba calentando agüa para el mate, su infaltable brebaje para acompañar el cigarillo que fumaba para calentar un poco su cuerpo ya cansado y, más de una vez, engañar “las tripas” cuando no alcanzaba para todos y le daba prioridad a los hijos y a los nietos.
“Y de ser grandes nuestros reinos,
ellos tendrían, sin faltar,
mares verdes, mares de algas,
y el ave loca del faisán.”

Y la pequeña reina revoloteaba de aqui para allá, asemejándose a ese pequeñito reparador de sueños al que le cantaba Silvio…..
”Siempre va
esta personita feliz
trocando lo sucio en oro.
Siempre,
llega hasta el salón principal,
donde está el motor
que mueve la luz”

De pronto, una vez más, la desgracia caía sobre la niña que, jugando y en su mundo de ensueño y maravilla se descuidó del bracero encendido en el cual hervía el agüa.......
La manta prendió fuego y la niña sin darse cuenta seguía jugando y así, se fue quemando su espalda y uno de sus brazos.
¡Ese mismo brazo que toda su vida, siempre emocionada, ha levantado al aire, con la mano hecha un puño, para cantar con la fuerza del que que está plenamente convecido de la justeza de sus ideas, con la rabia del que ha sufrido, con la desición del que nada tiene que perder!
Las cicatrices le quedaron por siempre y me recuerdo con cuanto cariño mi hermana y yo le hemos besado siempre ese dedo meñique recogido, de esa mano que nos ha protegido y acariciado desde niños.
¿Si supierra cuanto he extrañado esas caricias en los momentos en que me he sentido solo y triste?
Hoy, en el día de su cumpleaños, quiero volver a decirle cuanto la quiero y darle las gracias por su cariño, por su ternura. A la vez, disculpeme los dolores de cabeza que le he hecho pasar. Pero usted sabe, para eso tenemos la medicina, esa de la que nos habló Roque Dalton, al que me permito parafresear......
Para esos dolores de cabeza, el socialismo con el que usted toda una vida ha soñado será, entre otras cosas, una aspirina del tamaño del sol.
¡Un abrazote inmenso Mamita!

RECUERDOS Y ANÉCDOTAS

RECUERDOS Y ANÉCDOTAS
Fines de los años 1930, San Miguel, de cuando la Comuna empezaba a dejar de ser una serie de fundos y caminos de tierra, en un hogar proletario cerca del Zanjón de la Aguada, sector que como dijera nuestro inolvidable tio Mario Palestro "....vivía la gente más pobre y olvidada de la mano de Dios", una niña sueña con los posibles regalos que ha de traerle el viejito pascuero.
Es 24 de diciembre y los ojitos de la chicoquita se iluminan de sólo pensar lo que va a encontrar a la mañana siguiente.....una muñeca de loza o al menos de trapo? O a lo mejor un libro de esos ilustrados, llenos de historias para soñar? No, se dice la niña a si misma, es muy difícil que el viejito le traiga algo tan caro a una niña pobre. Y el papá? No, el papá no puede, ¡son tres hijos! ¡Para eso no alcanza el dinero!
Esta navidad tendrá, además, una gran dosis de tristeza, la madre no está con ellos. Alejada y sin poder verlos, por culpa de la tuberculosis pulmonar, enfermedad compleja y altamente contagiosa, para cuyo tratamiento la familia no tenía los medios materiales suficientes. Al año siguiente, la madre moriría, dejando a los 3 pequeñitos con el padre y la abuelita.
La abuelita paterna es quien asumirá el cuidado de los 3 hermanos, para que así el papá puede trabajar y ganar para sostener a la familia. La abuelita, es una hermosa, sufrida y valiente mujer de origén campesino y oriunda de la zona de San Felipe-Los Andes, asentada en Santiago después de recorrer el sur de Chile, adonde la llevaba el trabajo de su esposo, al que la desgracia, permanente compañera del pobre, también arrebataría de su lado al poco de nacer el hijo menor, quedando así acompañada de sus 10 hijos.
Ahi está entonces esta niña sanmiguelina, la que por ahí escuchó que no debe de olvidar el lustrar sus zapatitos y ponerlos en la ventana, ya que mientras más bonitos esten más lindo será el regalito.
La niña, ilusionada, así lo hace y luego se va a dormir y en sus sueños ve su deseada muñeca y también el librito, pero por sobre todo, ve el rostro de su madre, a la que ya hace tanto tiempo no puede acariciar y abrazar.
Al despertar al otro día, corre a la ventana y cual no sería su tristeza al darse cuenta de que no sólo no había regalito, ni librito ni muñeca, sino que sus zapatitos, los únicos que tenía, habían desaparecido, quizas para cubrir los pies de alguna niña aún más pobre todavía!
¡Esa niña soñadora y, desde pequeña, amante de los libros y la cultura, es mi madre, Tatiana Palestro, la que hace poco tiempo atrás cumplió hermosos 80 años!