viernes, 22 de agosto de 2014

RECUERDOS Y ANÉCDOTAS

RECUERDOS Y ANÉCDOTAS
Fines de los años 1930, San Miguel, de cuando la Comuna empezaba a dejar de ser una serie de fundos y caminos de tierra, en un hogar proletario cerca del Zanjón de la Aguada, sector que como dijera nuestro inolvidable tio Mario Palestro "....vivía la gente más pobre y olvidada de la mano de Dios", una niña sueña con los posibles regalos que ha de traerle el viejito pascuero.
Es 24 de diciembre y los ojitos de la chicoquita se iluminan de sólo pensar lo que va a encontrar a la mañana siguiente.....una muñeca de loza o al menos de trapo? O a lo mejor un libro de esos ilustrados, llenos de historias para soñar? No, se dice la niña a si misma, es muy difícil que el viejito le traiga algo tan caro a una niña pobre. Y el papá? No, el papá no puede, ¡son tres hijos! ¡Para eso no alcanza el dinero!
Esta navidad tendrá, además, una gran dosis de tristeza, la madre no está con ellos. Alejada y sin poder verlos, por culpa de la tuberculosis pulmonar, enfermedad compleja y altamente contagiosa, para cuyo tratamiento la familia no tenía los medios materiales suficientes. Al año siguiente, la madre moriría, dejando a los 3 pequeñitos con el padre y la abuelita.
La abuelita paterna es quien asumirá el cuidado de los 3 hermanos, para que así el papá puede trabajar y ganar para sostener a la familia. La abuelita, es una hermosa, sufrida y valiente mujer de origén campesino y oriunda de la zona de San Felipe-Los Andes, asentada en Santiago después de recorrer el sur de Chile, adonde la llevaba el trabajo de su esposo, al que la desgracia, permanente compañera del pobre, también arrebataría de su lado al poco de nacer el hijo menor, quedando así acompañada de sus 10 hijos.
Ahi está entonces esta niña sanmiguelina, la que por ahí escuchó que no debe de olvidar el lustrar sus zapatitos y ponerlos en la ventana, ya que mientras más bonitos esten más lindo será el regalito.
La niña, ilusionada, así lo hace y luego se va a dormir y en sus sueños ve su deseada muñeca y también el librito, pero por sobre todo, ve el rostro de su madre, a la que ya hace tanto tiempo no puede acariciar y abrazar.
Al despertar al otro día, corre a la ventana y cual no sería su tristeza al darse cuenta de que no sólo no había regalito, ni librito ni muñeca, sino que sus zapatitos, los únicos que tenía, habían desaparecido, quizas para cubrir los pies de alguna niña aún más pobre todavía!
¡Esa niña soñadora y, desde pequeña, amante de los libros y la cultura, es mi madre, Tatiana Palestro, la que hace poco tiempo atrás cumplió hermosos 80 años!

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